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Universidades bolivianas entre las peores del mundo en el ranking internacional

Foto del escritor: EL CUERVOEL CUERVO

El 8 de junio la Consultora inglesa Quacquarelli Symonds (QS) para su World University Rankings emitió los resultados de los estudios que hace en casi 1500 universidades alrededor del mundo donde se mide la calidad educativa de las universidades estudiadas.



En este ranking efectuado para el 2023 se mencionan solamente 3 universidades bolivianas, la Universidad Mayor de San Andrés, la Universidad Católica Boliviana con sede en La Paz y la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba. La UMSA está entre las últimas del ciclo 1200 a 1400 y las otras dos están en los últimos lugares de las casi 1500 investigadas.


Los parámetros que usa la Quacquarelli para medir la calidad educativa son 8, de los cuales los más importantes son: la “reputación de los docentes”, que investiga cuál de las universidades creen los docentes (menos la suya) que tiene los mejores docentes en el país; la “reputación de los empleadores” que mide el origen universitario de los mejores empleados en las empresas e instituciones; y las “citaciones por docentes” que se refiere a la cantidad de investigaciones citadas en publicaciones por docente.


Tomando en cuenta estos parámetros, debemos preguntarnos ¿por qué estamos ranqueados en los últimos lugares?, ¿cuál es la diferencia con las universidades que ostentan los primeros lugares?


Y las respuestas son obvias: tenemos un mal modelo educativo, no hay relación entre las propuestas académicas y las necesidades de nuestras sociedades, y no hay investigación en las universidades bolivianas.


Entonces ¿qué hacemos?, ¿cómo cambiamos para mejorar?; porque si seguimos así, no podremos llegar al desarrollo que necesita nuestro país, pues estamos en un siglo en el que los avances tecnológicos han revolucionado la economía mundial, donde los países que más han crecido, se han dado cuenta que el futuro depende del talento humano, de la creación, gestión, manejo y difusión del conocimiento.


Bueno, entonces cambiemos el modelo educativo, hagamos que haya relación entre los problemas sociales y la academia, y que nuestros docentes investiguen más. Pero ¿cómo hacemos eso?; el asunto tampoco es tan complejo, solo se precisan algunos cambios que se mencionan a continuación.


Neuropedagogía. Leslie Hart, una de las pioneras en neuropedagogía, dice que, si un fabricante de guantes no conoce una mano y su funcionamiento, difícilmente va a poder diseñar un buen guante y hace la analogía con la educación en la que un profesor no puede enseñar a un niño si no sabe cómo aprende el cerebro. Entonces si queremos ingresar en la “economía del conocimiento”, tenemos que capacitar a nuestros docentes en ¿cómo aprende el cerebro?, que nos muestra a un órgano que capta con los sentidos, estímulos externos; los relaciona con conocimientos previos; los estructura en sus distintas partes; los procesa según la experiencia, intereses y contexto; y los reproduce de la manera única y particular que puede hacerlo.


Tasa de oportunidad laboral. Se deben articular actividades entre las universidades, las empresas, las instituciones y los colegios de profesionales para conocer las problemáticas de la sociedad y ver qué tipo de profesionales y cuántos se necesitan para solucionar y proponer alternativas que nos lleven al crecimiento, tecnología e innovación. Esta estrategia nos proveería de información vital para formar talento humano útil, según las necesidades de la población.


Plan de titulación según las necesidades de la población. Es decir que, con la información del anterior punto, las universidades podrían estructurar equipos entre docentes y estudiantes para realizar investigaciones que solucionen problemas reales de la sociedad y propongan alternativas de mejoras en la producción de materiales o servicios, dentro de un plan de titulación para la graduación de los estudiantes.


En realidad, estos cambios dependen más de la voluntad de las autoridades universitarias que de las condiciones materiales y estructurales de las mismas. No puede ser que sigamos en los últimos lugares en los rankings de educación y sigamos pensando que la solución está en encontrar gas para subsistir como país. El gas no es sustentable, el conocimiento sí.


Fuente: El Deber



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